lunes, 28 de noviembre de 2011

DIDO Y SU FÓRMULA PARA OLVIDAR...

Un dia arribó un cautivador y seductor héroe troyano, Eneas, a la próspera ciudad de Cartago, y su fundadora Dido, se enamoró perdidamente de él. 
Después de un tiempo feliz, Eneas se liberó de los pasionales ruegos de Dido por no dejarle partir y gobernar juntos la populosa urbe, ya que el deseo de la futura fundación de Roma pudo más en el alma de Eneas.
Cuando el héroe partió a Italia, Dido, con el corazón destrozado, se suicidó.

La triste historia de Dido es como una dulce flor de múltiples aromas, en donde cada uno aspira a una esencia distinta pero al mismo tiempo poseedora del mismo trágico matiz.
 
Dido decidió entregarse a las caricias dolorosas del fuego, tuvo entonces el bello sueño de un príncipe llamado a fundar una ciudad tan revelante que a la postre transformaria un mundo, y tanto amor le inspiró ese amor, que hasta fue capaz de permitirle volar por su cuenta, para fraguar su glorioso destino.
Quizás durante su último suspiro, cobijada ya en las cenizas tibias, Dido imaginó encontrarse a su amado, peregrino por el Inframundo. Allí, en donde un Eneas lleno de remordimientos trató de excusarse ante ella por renunciar a su pequeño mundo de ambos, lleno de amor y pasión, por otro material y de enorme fama imperecedera.
El silencio conmovedor de Dido, ese silencio de despecho, de dolor, de rencor sin medida; ese silencioso alejarse hacia las sombras, ese silencio más bien podría ser, un ronco y mudo sollozo de renuncia y entrega amorosa, sin medida.
Un amargo y dulce sacrificio.

Tal vez no sea más que una ilusión de amor que Dido permitiera dejar fluir libre y sin control alguno, como un acto de amor incondicional y de entrega completa al ser ideal que consuela y da vida, aún al quitarla.


Sin duda una fórmula demasiado tajante para OLVIDAR...

      "Recuerdo incluso lo que no quiero. Olvidar no puedo lo que quiero".

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