lunes, 22 de agosto de 2011

LA MONTAÑA DE LAS ALMAS PERDIDAS

Martha se despidió de Daniel ese día diciéndole que llegaría bastante tarde, que no la esperase para cenar, tenían una reunión importante en el bufete con cena incluida, entonces él le dijo que no se preocupara que también tenía planes.
 Martha le abrazó y le besó, estaba tan enamorada como el primer día y de eso ya hacía seis años, aunque llevaban cuatro de convivencia compartiendo casa y demás.
De camino al bufete sintió un leve mareo al que no dió importancia, era julio y ese día hacía mucho bochorno, la humedad era muy alta y el ambiente se hacía irrespirable, una vez entró en el edificio del bufete ya pudo respirar con normalidad, pidió un café y de immediato se encontró immersa en su trabajo.
 LLegó la hora de la reunión y Martha estaba pálida, tenía escalofríos y una fuerte jaqueca, Robert el director le comentó que si no se encontraba bien se podía ir a casa, pero ella dijo que no, que prefería quedarse, fue empeorando y a media reunión se desvaneció.
La llevaron a la enfermería y una vez recuperada le pidieron un taxi que la dejó en casa.


 Cuando abrió la puerta vio unos zapatos tirados por el suelo que no eran suyos y al levantar la vista un desorden de ropas la condujo hacia la habitación donde halló a Daniel en la cama con una chica mucho más joven que ella, sin duda era una alumna de la universidad donde el era profesor.
Ante la sorpresa Daniel salió tras ella pidiendole disculpas, ella solo le dijo que aquella misma tarde abandonase la casa, que cuando volviese en un par de horas, no quería encontrarle allí.
Volvió a pedir un taxi y cuando Olga, su mejor amiga abrió la puerta, se le abrazó envuelta en un mar de lágrimas, estaba destrozada y se volvió a desplomar.
Al día siguiente, cuando despertó a media tarde no sabía donde se encontraba, la cabeza le iba a explotar, había tenido mucha fiebre y como el tráiler de una película, visualizó todo lo ocurrido el día anterior.
  Olga cuidó de ella unos días, la escuchó, mimó, consoló, se encargó de todo, era una buena amiga y ya que ambas iniciaban las vacaciones le propuso hacer un viaje, iría esa misma tarde a por los billetes.  Martha se dejaba hacer, no le quedaban ganas ni animos para decidir nada.
Ya en el aeropuerto a punto de embarcar Olga recibió una llamada al móvil, su madre había tenido un accidente, la habían atropellado y estaba muy grave. Martha dijo que se quedaba pero Olga se negó, le dijo que ese viaje le haría bien, igualmente no tenía nada más que hacer las próximas tres semanas.
 Se despidieron entre lágrimas, Martha no podía creérselo, otra vez sola y desconsolada, no podía dejar de llorar, así fue como Martha se quedó embarcando sola hacia el destino que había decidido su amiga.
Como no podía dejar de llorar escondió su rostro tras unas enormes y oscuras gafas chanel, como si en vez de emprender un viaje feliz como el resto de pasajeros, ella fuese de funeral.


Cuando pasó la azafata ofreciendo bebidas ella pidió un whisky, se lo bebió de un trago, sintió como le recorría el cuerpo una ola de calor que la sumió en un dulce y apacible sueño.
El destino que había escogido Olga fue Vietnam, así que Martha cuando llegó se asustó en medio de todo aquel caos de gente, desorden, humedad... pero la guía dio con ella y la acompañó al hotel, al día siguiente la pasaría a recoger a las nueve.
Aquella noche se sintió tan sola que se durmió rendida y vencida por el llanto.


Una vez en el parque nacional de Cat Ba, ante la maravillosa visión de la Bahía de Ha Long, Martha no pudo reprimir las lagrimas, y caminando perdida por aquellas montañas iba llorando sin parar como una penitente, vaciando todo el líquido que llevaba en su interior y que la ahogaba.
Deshilvanando la opresión que sentía, despojando el cuerpo de tanto dolor.
De golpe, transitando por la espesa vegetación, en otra de sus muchas caídas por el barro notó que algo se rompía en su tobillo derecho, gritó y ya no se pudo levantar.
Pensó que eso ya era el colmo, porqué debía ella pasar por todo aquel calvario, ella solo estaba huyendo del mundo que la había traicionado, solo quería llorar para vaciar todo el desconsuelo que llevaba dentro; encontrarse allí, tan lejos de casa, bajo aquella fuerte tormenta sin poder moverse, empapada y embarrada, era un castigo demasiado severo que no se merecía ¿o quizás sí?
ya no sabía qué pensar.
Llegó ayuda, por suerte era un occidental como ella, al verle se sintió salvada, como en casa, cerró los ojos dando gracias y se desmayó.
Carlo la cargó a sus espaldas y la llevó hasta donde un vehículo los condujo al hospital más cercano, que daba la casualidad que era donde él trabajaba en ese momento.
Carlo era médico, llevaba un año viviendo allí, había salido huyendo de la presión de vivir en una gran ciudad como Roma y del caos de su vida personal, necesitaba paz durante un tiempo, por eso había decidido perderse en aquel mundo tan diferente del suyo.
Esa mañana tenía libre y decidió salir a caminar por la montaña del alma en busca de paz, donde reinaba un silencio que él agradecía.

Carlo operó a Martha, se había roto el tendón de Aquiles, estaba junto a ella esperando que despertase, mientras, contemplaba su rostro, le parecía tan bello acompañado por los cabellos rojizos y ondulados;  Martha abrió los párpados y aparecieron unos profundos ojos azules que acabaron de completar aquel rostro angelical.
Sintió una punzada en el pecho, se estremeció y supo que ya no podría separse de ella.
Martha recobró la conciencia, al ver donde estaba y como Carlo le tenía la mano fuertemente sujeta, sintió que las lagrimas volvian a rodar por sus mejillas, pero esta vez la embargó una extraña sensación, eran de felicidad, él se las secaba delicadamente, le acariciaba los cabellos, la cara, y se acercó para besar su frente.
Solo gestos y miradas, sin palabras, era como si se conocieran de siempre y tras mucho tiempo separados se hubieran encontrado de nuevo.
La montaña del alma, un lugar lejano, donde dos almas atormentadas y perdidas se habían encontrado, donde el destino decidió unir sus caminos.
Dos caminos que se habían fundido en uno solo, ahora ya no estaban solos, ahora recorrian el camino de una nueva vida juntos.





1 comentario:

  1. Cuando él/ella te toca sientes una sensación que jamás la has notado. Más que de familiaridad, de unión profunda, inexplicable...
    Sintamos alegría quienes lo hemos vivido al menos una vez en la vida, porque muchos se mueren sin saber lo que es....

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