lunes, 29 de agosto de 2011

EL SUGERENTE PODER DE LAS CAMPANAS

Eran las ocho de la tarde cuando sonó el móvil, antes de contestar ya visualizé en la pantalla que la llamada era de Greg, me invadió el calor y la alegría...
-¡Hola! -respondí-
-¡Hola, ya estoy de nuevo aquí!
-¿El viaje bien?
-Yeees, ¿Nos vemos mañana?
-Sí, que te parece a las nueve donde siempre.
-¡Good!, ahora me voy a descansar y mañana te explico...
-Muy bien, yo también te contaré muchas cosas, hasta mañana, que descanses, un beso.
-Goodnight, kisses.

Encontré más tráfico de lo normal y llegué un cuarto más tarde, Greg  como siempre, tan puntual, y esperándome con aquella espléndida sonrisa.
Nos dimos un fuerte abrazo y nos besamos,  tan alto y fuerte hacía que yo me perdiera entre sus brazos, me hacía sentir como una niña pequeña, tan bien y tan segura...
Volví a disfrutar de mi entrenador personal, todo un lujo tratandose de él, empezamos a calentar la musculatura y empezamos a correr relajadamente, me iba dirigiendo, me ha hecho un planing para reforzar mi resistencia y me dijo lo que debía hacer para recuperarme al finalizar el recorrido. También me aconsejó sobre mi lesión, incluso me masajeó aquel reticente punto tan doloroso.
Nos dimos un baño y después nos estiramos al sol. 
-¿Te apetece tomar algo? Greg sacó de su mochila fruta y un reconstituyente para beber.
-¡Sí, tengo mucha sed! Gracias - le contesté.
Como era temprano y un día cualquiera, había mucha tranquilidad, se estaba muy bien allí estirados al sol, contemplando la superfície plana y lisa del agua, sólo se escuchaban los pájaros y una suave brisa nos acariciaba la piel, relajadamente, estuvimos conversando un par de horas. ¡Uah! Todo volvía a ser divino.
Le pedí que aquella noche me acompañase a una cena en la que habría mucha gente y que era importante para mí, porque era una fiesta un tanto especial, de una amiga de juventud a la que no podía fallar.
Erica hacía dos años que luchaba contra un cáncer y ya le quedaba poco tiempo, pero había decidido celebrar una gran fiesta de despedida antes de que las fuerzas la abandonasen, con música en directo y todo, ella era así, siempre había sido una persona muy vital que disfrutaba al máximo de la vida , por eso se quería ir de la misma manera, alegremente, acompañada por todos los que habíamos compartido su vida en un momento u otro y, como no con música.
Erica hizo un gran parlamento, nos aleccionó a todos, debíamos disfrutar de la vida al máximo, de cada detalle, de cada vivencia, la vida no se podía desperdiciar ni malgastar, debíamos esquivar los celos, la rabia, toda negatividad que nos causase mal y, agradecer cada día como un gran regalo.
Era admirable el valor y el corage que tenía, nos emocionó a todos, pero nos animó a que disfrutásemos y saboreásemos aquella velada; la verdad es que todos los que nos encontrábamos allí la recordaremos siempre como a alguien muy especial y la tendremos muy presente, así como dijo ella, con nuestro recuerdo siempre pervivirá.

Estábamos sentados en la mesa, nos acababan de servir el primer plato de la cena, los músicos hacían un descanso, en el silencio, de pronto, el sonido de las campanas de la iglesia del pueblo me despertaron y removieron emociones de momentos vividos cerca de allí, tan sólo hacía unos meses. Las campanas tocaban las diez de la noche, me recordé como a la cenicienta, recogiendo mis cosas y despidiéndome de él, era la hora de partir, un temblor me estremeció.
 Pero como Greg me acompañaba y me estrechaba la mano bajo la mesa, sentí que aquel recuerdo y temblor se desvanecía, él estaba a mi lado, me miraba y me reconfortaba. Me pasó el brazo alrededor de la cintura y me aproximó hacia él para darme un dulce beso. Ante ese gesto, todo se evaporó, noté que me elevaba y me sentí en paz en aquel cálido abrazo.
Me dí cuenta de que ya no estaba sola, debía saborear aquella felicidad, aunque solo fuese transitoria, viviendo intensamente aquel momento, como decía Erica. Ya podían seguir tocando las campanas...
Greg tenía la particularidad de aparecer en mi vida cuando más lo necesitaba y yo se lo agradecía sinceramente, pero no quería pensar dónde me llevaría todo.
Sólo, que algo empezaba a ahondar en mí, como la lluvia amorosa cuando cae después del verano sobre la tierra seca y curtida, filtrandose por todos los surcos para revivirla de nuevo, dejandome empapar...

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